“Si Kemal Kiliçdaroglu fuera elegido, podría reanudarse un diálogo multifacético entre Europa y Turquía”

VHace ya veinte años que los líderes europeos recibieron a Recep Tayyip Erdogan y están acostumbrados a sus exabruptos oratorios y expediciones militares. Pero ahora una hipótesis que durante mucho tiempo se consideró remota, la elección de Kemal Kiliçdaroglu, líder de la oposición, es plausible, si no probable. ¿Están preparados los líderes europeos para hacer frente a las consecuencias, positivas o problemáticas, de un cambio de régimen de este tipo?

Uno puede imaginar la reacción inicial alrededor de la mesa del Consejo Europeo, a saber, un suspiro de relajación, con la excepción del primer ministro húngaro, Viktor Orban, que favorece la democracia iliberal. Cancilleres alemanes más calificados que «nazis»líderes holandeses “restos nazis” o picas dirigidas a Emmanuel Macron. La liberación de los presos de conciencia, el camino trazado hacia el retorno al estado de derecho, la restauración de un régimen parlamentario, la reorganización de un sistema de justicia hasta ahora muy politizado, el surgimiento de una prensa libre sería tantos motivos de satisfacción para los líderes políticos europeos, pero también para los inversores convencidos.

La consecuencia tangible de tal apaciguamiento del clima turco-europeo sería la reanudación de un diálogo multifacético, actualmente estancado, sobre una amplia gama de temas: política exterior, comercio (unión aduanera) y relaciones financieras, visados, migraciones, cuestiones medioambientales, autonomía estratégica, comunidad política europea y, por qué no, industria de defensa. Se restablecerá el respeto y la confianza entre la Unión Europea (UE) y Turquía.

Equilibrios estratégicos en juego

La segunda consecuencia resultaría de la promesa electoral de la “Mesa de los Seis” –la coalición opositora liderada por Kiliçdaroglu– de un retorno a la diplomacia institucionalizada y una normalización de las relaciones con la OTAN. Se trataría de enmendar la “política equilibrada” hacia la OTAN y Rusia actualmente en marcha, por la que Turquía ha creado una ambigüedad estratégica que beneficia a Moscú y no a la paz, al contrario de lo que dicen las constantes puestas en escena mediáticas de Erdogan.

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¿Qué pasará con la evasión de Rusia de las sanciones occidentales a través de operaciones industriales en el sector petroquímico de Turquía? ¿Estaban las fuerzas turcas participando en las operaciones defensivas de la OTAN en su flanco oriental, desde Estonia hasta Rumanía? ¿Acabarían con la presencia de misiles S-400 rusos en suelo turco, instalados en julio de 2019 en detrimento de la defensa antimisiles de la Alianza Atlántica? Tantos temas sensibles, pero portadores de esperanza en un momento en el que están en juego los equilibrios estratégicos del continente europeo.

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