La gente rechaza responder las encuestas aunque le paguen
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Para hacer una muestra de focus group, algunas consultoras regalan electrodomésticos.
Las encuestadoras ya saben que, de cada diez llamados telefónicos automáticos que hacen sus computadoras, sólo una persona les responderá una encuesta preelectoral. Si el llamado lo hace un operador, se incrementa un poco la cantidad de respuestas: uno de cada 7 responde. El modo más efectivo, y más caro, es hacer las encuestas a la antigua: sucio a la calle y preguntarle a la gente. En este caso, responda la encuesta cinco de cada diez personas. aun así, la tasa de respuesta sigue siendo la más baja de la historia.
Para tratar de mejorar ese desempeño, una consultora grande -y que tiene los contratos que le permiten incrementar su presupuesto-decidió tentar a los encuestados. En la muestra a nivel nacional que está haciendo en estos días, a cada persona que dice que no quiere contestar los encuestadores le ofrecen un vale de 1.500 pesos de algun supermercado o comercio de esa zona para que responda. Lo más notable es que de esos cinco rechazos iniciales, solo uno agarra el bon. Los otros cuatro se van. Para que se entienda mejor: en medio de una gravísima crisis económica, cuatro de cada diez argentinos rechazan $1,500 de regalo con tal de no dedicar unos minutos de su día a hablar de política y decir a quién votarán el mes próximo.
El pago por responder también se extiende a los análisis cualitativos, el otro medio que usa la política para conocer los vaivenes de la opinión pública. El escenario típico de esos estudios es el grupo de discusión, una reunión de personas convocada por un consultor y una oficina cerrada que conversan y responde consignas propuestas por un moderador. Para que se util, ese grupo debe ser representante de toda la sociedad, o del sector de la sociedad qui conocer al cliente que paga el estudio. Así, si la mitad del padrón está integrado por mujeres, la mitad del grupo serán mujeres, y lo mismo ocurrirá respecto a los estratos de ingreso o niveles de educación de las personas en edad de votar. En este caso, diversas consultoras detectan que es muy difícil hacer una buena representación si no premian con un electrodoméstico a quien participe de El estudio.
¿Esas dificultades hablan del enojo con la política, con las encuestadoras o con ambos? Sea como fuere, los políticos saben que caminan atienas. Saben que the slow that the allowía auscultar los sueños, los enojos, las superficies y las preferencias de los ciudadanos tiene una mancha negra que ocupa casi la mitad de su y que los esfuerzos que hacen los encuestadores para disminuir los defectos de sus herramientas de medicina mantener un límite.
La gran pregunta hoy es quiénes integran ese sector invisible. ¿Votan igual que el sector que sí se puede encuestar? ¿Se pueden proyectar las opiniones de quienes contestan hacia el resto que no quiere contestar o el grupo oculto es tan diferente que cualquier proyección es falible? ¿El grupo que contesta lo hace porque está más politizado y tiene una opinión más extrema o también responde con la misma disposición de los votantes centristas?
Los encuestadores intentan espiar ese lado oscuro de la Luna comparando encuestas de años anteriores con niveles equiparables de rechazo con los resultados que tuvieron las votaciones de esos años. Es una forma de tratar de controlar la confiabilidad del método, pero, como el mecanismo ya lleva varios turnos electorales con fallas, con veces esos intentos aún no adaptado ni siquiera a quienes los ponen en la práctica.