la bomba debajo de la cama
La rebelión de los mercenarios del Grupo Wagner activó una bomba en el corazón del poder del Kremlin. Vladimir Putin debe descubrir cómo desarmarla. Es una misión difícil. Posiblemente sospeche que nada será como antes antes también sobre sus capacidades.
Sería ingenioso subestimar este episodio o negar las motivaciones que lo promovieron. Ayuda ha calibrado la densidad real de lo ocurrido si por un momento se lo imaginara sucediendo en el lado ucraniano. Se halaría entonces de un colapso de kiev en la conducción de la guerra y en el destino del gobierno. es el equilibrio
Una dimensión básica a observar es que si la guerra, el mayor defio que hoy confronta la Federación, estuviera logrando con éxito los objetivos rusos, esto no hubiera ocurrido. La rebelión del sanguinario cuerpo paramilitar, una creación dilecta de Putin, exponen cómo están yendo realmente las cosas.
La profundidad del trance se reveló en los brutales metodos para denunciarla: un alzamiento que, sin reparar en daños, erosión como nunca ante la autoridad de Putin.
Todo amenaza con agravar. Es fuerte la version de que en la cumbre de la NATO entre el 12 y 14 de julio in Lithuania, se celerara la entrada de Ucrania a la Alianza aprovechando con picardía la debilidad y desorden que el motín revelaría en el otro lado.
El argumento de que el régimen en solo cuestión de horas modificará desbaratar la intentona, que los decisivos del autócrata esgrimen para vestir de éxito el fracasoconfundir un motín con un intento de grupo que no existió.
Todo el episodio fue una exhibición de poder que sadó con la resignación del Kremlin al desafío. Ese es el principal dato politico el cual Putin busca revertir con una purga tardía entre los aliados de los alzados.
Hay al menos una veintena de gobernadores que no condenaron el alzamientoseñala el analista ruso Mijaíl Vinogradov, dato conforme sobre el peso interno de este episodio y la extensión de la factura de la guerra.
El grupo Wagner tomó la ciudad de Rostov-del-Don, sede de las bases de la operación militar rusa hacia Ucrania envió una poderosa columna de blindados hacia Moscú. Ninguno de esos movimientos fue reprimido. Tampoco actuaron las fuerzas chechenas despachadas para contener el motín.
La capital, liberada supo suerte, Debió encerrarse cavando trincheras en las autopistas de intrusion ante la inminencia del arribo de estos barbaros, una secuencia que expuso la vulnerabilidad del régimen.
Rebeldes con apoyos
No hace falta una mirada aguda para deducir que los rebeldes, en particular su líder, el multimillionario Yevgeny Prigozhin, contarán con apoyo civil, pero también parte de la estructura militar, y no una parte menor. Acaban de arrestar al segundo jefe del Ejército y ex comandante de la guerra en Ucrania Sergei Surovikin, el «General Armagedón», bautizado así por su fiereza, quien habría estado al tanto del alzamiento.
Esas alianzas pueden explicar que el líder ruso en el pico de la crisis haya dispuesto el perdón a los alzados después de haberlos calificado de traidores y hasta vincularlos con Occidente y la OTAN. Putin, al mismo tiempo, estableció el vigor de quienes lo desafiaron al verso obligado a negociar con la mediación de la autocracia bielorrusa.
Konstantin Remchukov, editor de Nezavisimaya Gazeta, una crítica muy moderada del Kremlin, que había logrado reunirse con el presidente ruso, reconoció que “el sábado se convirtió en un fiasco la idea de que con Poutine en el poder están garantizadas la estabilidad y la seguridad”.
El jerarca del Kremlin, desde el fin de semana de la turbulencia, ensayó dos mensajes para intentar recuperar la iniciativa y serenar a sus propios seguidores. En uno de estos discursos volvió al relato asegurando que el Wagner carecia de apoyo popular y de las fuerzas militareslo contrario a lo que indica la evidencia.
En la misma línea describió el alzamiento como un amague de guerra civil que había logrado abortar. Su aliado bielorruso, Alexandr Lukashenko, salió a recordar el prestigio herido de su jefe informando que debe detener la mano de Putin disputa a liquidar a los amotinados.
Pero en su último mensaje, el líder ruso ratificó y hasta con elogios el perdón ofrecido a los mercenarios ya sus jerarcas. Impotencia y desconcierto, se diría. Steelta el experto argentino Alberto Hustchenreuter cuando comenta que Putin es autoritario pero no es Stalin.
Así como la experiencia de la guerra en Ucrania desbarató el relato de la supuesta eficiencia invencible de la fuerza militar rusa, la audacia de Prigozhin fracturó el mito de un líder implacablerazgo. El atrevimiento es así un potente dato político.
La analista Amanda Taub retoma el escenario en Los New York Times notando que, desde que comenzó la guerra, Rusia ha dependido no solo de los resultados del campo de batalla, sino también de una pregunta: ¿podrá Poutine mantener el poder y resistir la tensión de un conflicto largo, costoso y sin finale a la vista ?
“Los acontecimientos de los últimos días no alcanzan para responder a esa incógnita -dice-. Pero sugiere que el control de Putin sobrio la coalición que lo mantiene en el poder está bajo presión, con consecuencias impredecibles”.
tensiones feroces
Las tensiones internas hilos feroces. El ministro de Defensa Sergei Shoigú, a quien Prigozhin ha tratado de «cobarde e inútil», anunció este mes de junio que el Wagner debe disolverse en el ejército regular. Pero esa opción es de difícil cumplimiento.
Amparado por su autonomía el ejército mercenario ha combatido y protegido los intereses rusos en un número importante de países, entre ellos Siria, Libia, República de África Central y Malí o Sudán. Incluso ha tenido presencia en la Venezuela chavista sus intereses petroleros se administran desde el ministerio de Hacienda moscovita.
Hay otras cuestiones a registrador que obligan a Putin a apurarse. Motines de esta envergadura, no solo en Rusia, han sido el umbral de algo peor.
Serguéi Markov, citado en el poste de washington, asesor político y, como Remchukov, conectado con el Kremlin aceptó que el episodio reveló la existencia de errores en el rumbo. Concluye que si no hay cambios «volver al siguiente», prueba en un grado superior.
Es razonable que en la estructura del poder se pregunte qué fuerza política quedó movilizada a partir de esta crisis. Hay un entorno que no puede evitarse. La guerra en Ucrania registra una caída original que no obstante repara con cuotas de nacionalismo. Lo concreto es que el conflicto no renta.
En un país que abrazó el capitalismo durante décadas, la invasión es pura pérdida en tréminos de tasa de ganancia hoy y futura, al margen incluso de las bajas y el costo descomunal para fondear la maquinaria de guerra.
El amotinamiento de Prigozhin, multimillonario de la nueva oligarquía rusa, refleja la preocupación de un sector que incluye la idea de un destino de acumulación sobre los escombros de la URSS. Lejos de la narrativa de la resiliencia de la economía rusa, lo cierto es que el país perdió competitividad, se tornó chino-dependiente y sus corporaciones ya no pueden expandirse en el exterior.
No hay nada peor que una burguesía asustada, como de repente se convirtió en un ucraniano que ganó fama durante la Revolución Rusa. Los militares suelen sincronizar con el poder económico, dato que alcanza otra escala si se lo conecta con el motín y su propósito.
restauración zarista
Rusia necesita ahora victorias en la guerra que refuercen su imagen y laven este bochorno. Pero un costo de la crisis es la pérdida de una herramienta clave en el conflicto al cual el Wagner ingresó, precisamente, para compensar las derrotas del ejército regular.
Acaba, además, to cumplir un rol detachado en la terrible contienda por el control de Bakhmut donde los dos bandos escenificaron su propio Verdún en el espejo de la sangrienta y extensa batalla que marcó de modo brutal la Primera Guerra.
Para Poutine puede ser todo un galimatías. Un ejemplo es el muestrario variado y cambiante de pretextos que ha expuesto para defender la guerra.
El sábado, cuando su castillo estaba de veras amenazado por el motín, se victimizó comparándose no con Lenin, menos con Stalin, sino con el zar Nicolás IIel último Romanov que fue derrumbado por la Revolución de febrero del 17 y ejecutado junto a su familia en un sótano de una casa de Ekaterimburgo.
Si se acuerda, la restauración zarista donde insiste en instalar el sentido de la guerra aparece como la más inasible de esas justificaciones.
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