“El tratamiento público de la obesidad debe dirigirse a la industria alimentaria”

Iobesidad mar. 5 millones de personas por año (según el Institute for Health Metrics and Evaluation), casi el doble que la malaria, la tuberculosis y el VIH juntos. La vida de las personas obesas se degrada gravemente, mueran o no. La historia de la obesidad es la de una tragedia en cámara lenta, cuyo crecimiento es variable pero sistemático: ningún país logra abatirlo.

La causa principal es conocida: la evolución del sistema alimentario. En Francia, la proporción de afectados se ha duplicado en menos de treinta años, alcanzando casi 9 millones de personasdice el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica. Un informe acaba de ser entregado al Ministerio de Salud. Si este documento tiene el mérito de resaltar el tema para convertirlo en una prioridad, no se atrevió a hacer propuestas de gran envergadura dirigidas a la industria alimentaria.

La obesidad es una enfermedad transmitida por los alimentos, y su tratamiento público debe basarse en los alimentos, sabiendo que tenemos tres enemigos principales: las calorías, el procesamiento y los productos químicos, especialmente los pesticidas. La ciencia nutricional es extremadamente compleja, pero las soluciones pueden ser más simples.

Un bosque de riesgos a evitar

Ya sabemos qué enfoques no funcionan. Han sido probados en la mayoría de las democracias, e incluso en las autocracias, con efectos pequeños, si es que los hay, o negativos. Son los que quieren reducir la demanda, dirigiéndose a los particulares para que sean «razonable» – una forma de humillarlos – sin intervenir en los riesgos alimentarios y prácticas industriales. El sistema alimentario del siglo XXImi siglo repetido El libro de la jungla, arrojando a las personas a un bosque de riesgos que deben sortear por sí mismos para salir de él. Permitir que la oferta de riesgo crezca con la esperanza de que la demanda resista es un sueño cuyo resultado es dramáticamente ineficaz. Este enfoque individual es incorrecto porque cree que puede proporcionar una respuesta conductual a un problema ambiental.

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Se conocen los métodos que funcionan para combatir un riesgo. Estos son los que fuman la oferta, no la demanda. Pasan por la ley y la economía, es decir, por la regulación y la tributación. Han demostrado su valía al suprimir riesgos como el tabaco, el plomo, la contaminación del aire en los países ricos o incluso el alcohol en ciertas democracias. O bien, la comida no está regulada ni gravada.

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